"La muchacha sabía del fuego lo mismo que de su boca: Dulce ponzoña que quema"
Sabía de las noches frías,
de su sinrazón,
de lo que es tener el corazón, no en un puño, sino en una única palmada
sonora y vacua.
Sabía de los espejos en los que no se miraba,
de las manchas de azogue que hace el olvido
y de los cristales rotos que conformaban los diversos ángulos de su cuerpo.
Sabía de llorar salitre
y de partirse el pecho en una sola nota,
de los pájaros de lluvia y aire
con los ojos de barro cuarteado .
Sabía de su falda
ardiendo como tea
y de aquellas manos reptando por sus muslos
como una enredadera.
La muchacha sabía del fuego
lo mismo que de su boca,
dulce ponzoña que quema.
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