viernes, 19 de octubre de 2018

Sincerándome I


Dices que tengo un bosque de cedros húmedos que viven contenidos e inmersos dentro de cada uno de mis ojos. Un pequeño universo de cortezas envejecidas que se entretejen a partir de lágrimas no liberadas en esa dimensión que has creado, ahogada por tantas infiltraciones. 

La burbuja de aire y herida, endeble ante la realidad, la misma que se agota y me eleva; Y el brusco choque contra una verdad férrea que tu no has inventado, porque es tan terriblemente cruda que jamás podría haberla ideado nadie. Me aterra pensar que hay una extensión terrenal dentro de mí, yo siempre fui más de mar y sobre todo, de ahogarme en aquel vaso de agua salada mientras tu me mirabas desde un interior completamente vacío del miedo que por aquel entonces completaba mi cuerpo. 
Llevo algún tiempo sospechando que hemos conseguido crear un hueco de relatividad en todo este absolutismo, donde el impacto del daño es distinto y se reduce, porque tenemos nuestros brazos siempre a punto, listos para encajar y deshacerse del peso que nos ha ido añadiendo el pasado de esta vida tan corta, que tan indiscretamente estrecha se nos quedó.
Es demasiado pedir un mínimo de relativismo para alguien que sólo cree en verdades absolutas, pero lo cierto es que cuando se produce el roce y me encuentro sostenida por tus pupilas,  veo a mis propios demonios ahogarse en la acuosidad de las mismas, veo la  sal de ese pequeño océano quemarles la carne; Y entonces, el bosque, las verdades, los miedos, el relativismo, mi cuerpo, el pasado, el mar y el vaso, pierden su importancia.